En la actual etapa de crisis general del capitalismo los economistas burgueses consideran de su deber demostrar que el capitalismo es todavía, en el momento actual un sistema de progreso que proteger, y que por pesimistas que estos sean, consideran que el sistema capitalista, basado en la propiedad privada de los medios de producción, es un sistema perfecto, que garantiza el progreso económico, a pesar de los defectos que este tiene.
J.M. Keynes es uno de esos economistas que han llegado a decidirse a hacer constar la existencia de ciertos defectos en la sociedad burguesa actual, se presenta como apologista del capitalismo y defensor del lucro capitalista privado, que según el estimula el progreso económico y garantiza la libertad individual, Keynes justifica el lucro capitalista privado, por consideraciones económicas y morales.
Según los economistas burgueses, Keynes realizó una revolución en la ciencia económica, que puede compararse a la realizada por Darwin y Copérnico
Keynes se distingue por una excepcional inconstancia. Por una parte subraya los defectos del modo de producción capitalista, mientras por otra aparece ligado estrechamente al capitalismo y es su fiel defensor.
Los vicios del capitalismo demuestran que es necesario limitar la propiedad privada de los medios de producción, pero el miedo al socialismo le obliga a defender esa misma propiedad privada. Sus investigaciones tiene por objeto “corregir” el capitalismo, pero sin afectar la propiedad privada de los medios de producción.
El principal problema cuya solución busca Keynes en su obra Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero es el problema de la ocupación.
Numerosos economistas burgueses actuales niegan la existencia de una gran desocupación obligada, forzada. Según ellos, una parte considerable de la desocupación es voluntaria.
Afirman que no existe sino porque los obreros no quieren trabajar por el salario que se les ofrece. En cambio Keynes adopta el punto de vista de la existencia de una desocupación obligada, rechaza la tesis de que la oferta determina la demanda y que x consiguiente la demanda no puede faltar, o sea que no puede haber desocupación forzada, subrayando que el volumen de ocupación se determina por el volumen de la producción, está determinado por el volumen de la demanda. Pero la oferta y la demanda no corresponden entre si, de un modo forzoso. Es la demanda la que juega el papel decisivo, determinando el volumen de la producción y por lo tanto el de la ocupación.
En su conjunto la demanda comprende: en primer lugar, la de artículos de consumo y en segundo lugar, la de medios de producción. Parte de los recursos que se encuentran a disposición de la sociedad, se gasta en artículos de consumo, otra parte en inversiones y el resto puede no ser utilizado en ninguno de esos dos modos: se ahorra. Según Keynes, esos gastos están determinados por factores puramente psicológicos: la inclinación a consumir, el incentivo a invertir y la aspiración a conservar fondos al máximo en forma liquida, o para expresarse como él, la preferencia por la liquidez, que encuentra su expresión en la tasa de interés.
Keynes expone brevemente su teoría en esta forma:
Cuando aumenta la ocupación, aumenta también los ingresos reales globales. La psicología de la sociedad es de tal naturaleza que con el aumento de su ingreso global real, aumenta igualmente su consumo global, aunque no en la medida en que el ingreso aumenta. Es por esto que no sería lucrativo para los empresarios, orientar todo el incremento de la ocupación hacia la satisfacción de la demanda de artículos de consumo inmediato
Keynes explora los motivos psicológicos que determinan la conducta de los hombres, explorando así los fenómenos superficiales, las aspiraciones subjetivas de los miembros de la sociedad capitalista.
Sin embargo Keynes no comprende ni quiere comprender las diferencias de clase. Desde su punto de vista, todo mundo es únicamente comprador y vendedor, no ve diferencia esencial entre un empresario y un jornalero. Para Keynes todos los hombres son propietarios. No conoce las clases. Conoce solamente consumidores, inversores y ahorradores.
Keynes distingue dos géneros de circunstancias-objetivas y subjetivas-que determinan la inclinación a consumir. La conclusión más importante del análisis de las circunstancias objetivas es la comprobación de que el aumento del consumo personal va en retardo frente al incremento de los ingresos.
Hace largo tiempo se ha comprobado, confirmándolo repetidas veces, que mientras más aumenta el ingreso, más disminuye la parte destinada al consumo. Y no se requiere ser un gran técnico para comprender que la posibilidad de ahorrar no existe entre quienes nada poseen, en tanto que aumenta conforme crecen los ingresos.
El individuo de la sociedad burguesa actual se ocupa de economizar, el burgués de hoy es vacilante y calculador en extremo; no tiene fe en el porvenir; no tiene fe en la solidez de su posición, que esta sometida a golpes inesperados; es emprendedor, pero al mismo tiempo extremadamente prudente; es generoso, pero a la vez extremadamente reservado; se inclina a la prodigalidad y simultáneamente es avaro.
Keynes encuentra que las circunstancias objetivas y subjetivas que determinan la inclinación a consumir, cambian lentamente; sin embargo, el incremento del consumo es una necesidad extrema, desde el punto de vista de Keynes. Y en tales condiciones, no encuentra mejor solución que…hacer un llamado a las clases poseedoras, a fin de que aumenten su consumo, es decir, incitarlas al lujo y la prodigalidad.
A mediados del siglo XX, del siglo “de la abundancia y loa miseria”, se alza la consigna de un consumo prodigo, no productivo; y sabios economistas que en la ciencia burguesa gozan de una autoridad excepcional, quieren convencer a los trabajadores de que el aumento de los gastos no productivos de los capitalistas, sirve a los intereses de los obreros.
Keynes querría que no solamente los particulares hicieran esa clase de gastos, sino que el estado mismo no titubeara en gastar con fines absolutamente improductivos.
Por otra parte, Keynes no finca grandes esperanzas en una inclinación mayor a consumir. La prodigalidad de la burguesía es en los momentos actuales bastante grande y todavía se puede incrementar los gastos improductivos del Estado, esa es la razón de que Keynes subraye muchas veces que el factor principal que determina la ocupación, lo constituyen las inversiones.
Keynes al no querer estudiar el proceso material de la producción, recurre al análisis de la psicología de los inversores y de los motivos de su actividad y además, presenta esos motivos psicológicos como independientes de las relaciones reales.
Keynes estima que la incitación a intervenir esta determinada por dos factores: la eficacia marginal del capital y el nivel de la tasa de interés. La eficacia marginal del capital, según Keynes, se mide por la renta que se espera obtener de las inversiones. Por consiguiente, las proporciones de las inversiones dependen de la estimación de la renta que es posible obtener.
Dicho autor subraya que con la separación, característica en esta época, entre la propiedad de las empresas y su dirección, aparece un factor nuevo que facilita a veces las inversiones, pero mina en otras, al mismo tiempo, la estabilidad del sistema.
Es por esto que hace una caracterización detallada del juego de la bolsa, donde según él las estimaciones se llevan a cabo, por una parte, bajo la influencia de personas ignorantes, y por otra, bajo el influjo de los especuladores profesionales, interesados no tanto en inversiones reales como en la posibilidad de asignarse ganancias importantes en el juego de bolsa.
En seguida, el autor pinta la manera como en realidad se efecruan las inversiones: “Esta batalla de viveza, que conduce mas bien a anticipar lo que por varios meses será valoración convencional, que a prever el rendimiento de una inversión durante años; es, por decirlo así, como el juego del anillo: pasatiempo en que el vencedor es el que ha sabido decir “la palabra” a tiempo, ni antes ni después.
Todos los razonamientos de Keynes sobre la bolsa y el juego de ella, no lo acercan en forma alguna a la solución del problema de las inversiones. Para resolver este problema, Keynes recurre al análisis de la esfera de la circulación, y con ello concentra toda su atención sobre el movimiento de las cotizaciones de los valores, y del capital ficticio, sin relación alguna con el movimiento del capital real.
Keynes llama al estado para que intervenga en el proceso de las inversiones, porqué según él, es el único modo de poner orden en este campo, que le parece extremadamente desordenado y absolutamente inestable. No quiere comprender que la fuente de la tasa de interés, debe buscarse en la explotación capitalista, que la tasa de interés, que constituye una parte de la ganancia capitalista, es la consecuencia de la apropiación del producto del trabajo ajeno, por los propietarios de los instrumentos de producción.
Keynes desenvuelve su teoría de la tasa de interés de la siguiente manera: aquella parte del ingreso que no se utiliza para el consumo, es la que se ahorra. Esta parte puede guardarse en forma de liquidez máxima, es decir, en forma de dinero o de préstamo. En este último caso, el que ahorra recibe una tasa de interés, que no es otra cosa que “ una retribución que le recompensa el verse privado de la liquidez durante cierto tiempo”. De lo anterior, desprende que el nivel de la tasa de interés, en un momento dado, depende de la tendencia a guardar los ahorros en forma líquida, o como dice Keynes, de “la preferencia por la liquidez”.
La tasa de interés, sostiene, siendo una retribución para el que presta-que se ve privado de liquidez-, da la medida del deseo de aquellos que, teniendo dinero en efectivo, no quieren perder el control sobre él.
De este modo, el segundo factor del que depende la inciesta limitada por la masa de moneda en circulación. Es evidente por completo que, mientras más moneda en circulación haya, mas es posible “preferir la liquidez”; y por el contrario, mientras menos moneda circule, resulta menos fácil “preferir la liquidez”.
Por lo tanto, el nivel de la tasa de interés, según Keynes, está determinado no solo por los motivos psicológicos de preferencia por la liquidez, sino también por la masa de moneda en circulación.
Por consiguiente, el nivel de la tasa esta determinado en cierta medida por los propios organismos financieros, que al establecer el nivel de la tasa, influye sobre la incitación a intervenir. A su vez, la incitación a intervenir está determinada por la relación entre la eficiencia marginal del capital y la tasa de los préstamos. Evidentemente, en condiciones firmes e invariables, mientras más baja sea la tasa de interés, mayor será la incitación a intervenir. Es así como encuentra su justificación ideológica la política de una tasa baja de interés.
La esencia de su teoría de los ciclos y las crisis se puede resumir así: todos los factores que determinan la ocupación- inclinación a consumir; incitación a invertir, que a su vez depende de la eficiencia marginal del capital; tasa de interés-, juegan cierto papel en el movimiento del ciclo industrial. Sin embargo, el papel decisivo lo juega la incitación a invertir, y las fluctuaciones del ciclo están determinadas por la fluctuación de la eficacia marginal del capital.
Según Keynes, la bonanza está caracterizada por la espera optimista de ingresos futuros, cuando las inversiones son muy grandes. Pero en ese momento, al mismo tiempo, acontece que los excedentes de producción, aumentan y la tasa de interés sube, lo cual crea el terreno propicio para un debilitamiento de las perspectivas optimistas y una disminución de la eficacia marginal del capital.
Keynes estima, como base de toda su teoría, que el principal medio para influir sobre la coyuntura es influir sobre las inversiones. Pero al mismo tiempo, juzga necesario incrementar el consumo, pues en el supuesto de que se aumentaran solamente las inversiones, eso no bastaría para utilizar todos los ahorros.
El propio Keynes dice de su teoría de la ocupación, que es moderadamente conservadora. En numerosas ocasiones subraya que la inversión del estado no debe conducir a un debilitamiento de la empresa privada, sino por el contario, debe significar la salvación del sistema existente y estimular a la empresa privada.
La teoría de Keynes es la base de las más variadas concepciones sobre “capitalismo planificado”.
¿Qué es la economía planificada?
La economía planificada tiende a suprimir la desocupación. Admitamos que conservando el régimen capitalista, se lograra reducir la desocupación a un cierto mínimum. Pero ningún capitalista consentirá jamás, por nada del mundo, la completa liquidación del desempleo, la supresión del ejército de reserva constituido por los desocupados, cuyo destino es pasear sobre el mercado de trabajo, asegurando una mano de obra más barata. La economía planificada supone, además, que se intensifique la producción en aquellas ramas de la industria cuyos productos son particularmente necesarios a las masas populares.
El periodo de crisis general del capitalismo es un periodo de descomposición, de putrefacción del sistema, en el que todas las contradicciones del modo de producción capitalista se acentúan hasta el extremo, en el que aparece en plena evidencia el hecho de que las relaciones de producción capitalista frenan el desarrollo de las fuerzas productivas.
El periodo de crisis general del capitalismo es un periodo de guerra, un periodo de agudización de la lucha imperialista por el reparto del mundo. El periodo de crisis general del capitalismo es un periodo de revoluciones, en el que las grandes masas de trabajadores se preparan, dentro de la lucha contra el sistema actual, para el socialismo, cuyas relaciones de producción permiten desenvolver las fuerzas productivas, sin límite e indefinidamente, dentro del cual la explotación del hombre es abolida, y se afirma la verdadera libertad del individuo.
La economía política burguesa representa una de las formas de la movilización ideológica de la burguesía, para reforzar, para salvar al modo de producción capitalista, para luchar contra el socialismo.